Recibimos nuestro grupo del último viaje en este año de catarsis mundial el día que todos los países, incluido Senegal, decidieron cerrar las fronteras procurando que la pandemia no se extendiera más de lo que ya se había extendido.
Recuerdo que en aquellos días previos recibíamos noticias de lo que estaba pasando en Europa, pero nada nos hacía sospechar que tomara las dimensiones que en pocos días tomó. Aquel sábado en el que nuestro grupo de viajeras llegaba a nuestro campamento cargadas de ilusión y ganas de hacer su taller y un viaje precioso nuestra bienvenida, que normalmente es una fiesta, fue cuánto menos peculiar. ¿nos abrazamos? ¿ nos besamos? ¿nos sentamos y hablamos?
Recibíamos las noticias en el móvil con perplejidad, intentando no contagiarnos de un miedo que es mucho más poderoso que el propio virus del que todo el mundo hablaba, sin embargo no podíamos obviar la complejidad de la situación, ante ello solo podíamos hacer una cosa, y es poner ese cuidado que decidimos poner en el centro de nuestras relaciones, nuestras propuestas de viajes, nuestra forma de viajar y mostrar, más en el centro que nunca.
De aquel grupo, tras muchos altibajos, gestiones burocráticas que no entraban en nuestros planes, cambio de programación, nos ha quedado un amor muy especial.
Salieron de nuestra casa dos días antes de lo previsto, así que solo fueron cinco días los que tuvimos para compartir esta tierra, demasiado poco para tantas cosas y demasiadas preocupaciones para tanta belleza, sin embargo, para nosotras fue la demostración de que los buenos humanos no necesitamos de mucho tiempo para mostrar lo mejor de nosotros mismos.
Lo que comenzó con una relación de poco contacto acabo siendo una relación llena de abrazos, de cariño, de risas, y de lágrimas por ver interrumpida tan bonita experiencia.
Desde entonces nuestra casa permanece en estado de espera, acompañando y acompasando el estado del mundo y el de nosotras mismas. Sin embargo, ésa promesa que nuestras viajeras nos hicieron antes de irse que fue “volveremos”, nos han empujado a seguir creciendo y a seguir viviendo con ilusión la vida en Casamance, sabiendo que todo, dentro de poco (siempre es dentro de poco) ellas volverán, Casamance seguirá espléndida y vestida de colores, y nosotras tendremos nuestro proyecto cada vez más armado. Los pilares son el amor y la paciencia, no solo nuestra, sino de todas y cada una de las personas que nos acompañan.